La semana pasada la selección nacional ha vuelto a estar en el centro de las miradas. Una nueva derrota en eliminatorias y la afirmación de los hinchas “regresamos a la Cenicienta” a alusión a que la Vinotinto volvió a ser ese equipo fácil para los rivales para obtener los tres puntos ¿Merecemos ir a un mundial? ¿Noel Sanvicente debe renunciar? Cuál sean las respuestas ninguna arreglará el verdadero problema.
Venezuela es un país sumido en una crisis, una que se transfiere a todos los aspectos de la vida y eso incluye el fútbol. Son años viendo como la corrupción ataca el sistema, y el balompié no se escapa de eso. Con el boom vinotinto el interés por la selección y el fútbol local aparecieron al igual que los patrocinantes y nuevos fanáticos. La plata llegó al igual que la sede de una Copa América pero pañitos de agua tibia para solucionar un problema estructural y en ruinas, no es suficiente para que el fútbol crezca de verdad. La corrupción ha picado también es nuestro deporte rey y como en los países de la región, los intereses personales son más importantes.
Cada cierto tiempo llegan inyecciones de plata a ciertos equipos y selecciones pero futbolísticamente los resultados no varían. Luego de la “fiebre”, vuelve la quiebra y así una y otra vez y ¿Qué pasa con el fútbol? Nada, seguir dependiendo de destellos individuales. La selección nacional cuenta con una preparación óptima desde hace 10 años. Un interés mediático y las mejores condiciones pero llevan en las espaldas unos 100 años de retraso deportivo en comparación con sus rivales de Premundial. No es solo tener el dinero para construir el estadio nuevo sino que entiendan el juego. Los verdaderos resultados llegarán cuando exista una reforma de enseñanza que permita un crecimiento de las categorías inferiores que a la larga toque a la selección mayor.
Lo vemos cada vez que juega la Vinotinto. Tienen a 11 piezas, lo mejor de lo mejor, muchos ni juegan en el país, pero una lesión y toda la estrategia se descalabra. Con un torneo deficiente, futbolistas que no cobran y sólo entrenan adecuadamente según el equipo donde son ficha, pretender ir al mundial es una osadía. De hecho los mundiales juveniles que ha ido Venezuela se podría considerar casi que un milagro, uno basado más en la voluntad y orgullo del jugador por la camiseta que en la preparación en sí.
El problema es la moda por el fútbol que afecta la continuidad del proyecto. Hace nada era el Real Sport (hoy Estudiantes de Caracas) y ahora es el Zulia o el Aragua. Cuando llegan los patrocinantes dan resultados y cuando aparece la crisis, el retroceso.
Las selecciones nacionales no se escapan de esa teoría. Recientemente me llegó la denuncia de la Vinotinto Femenina, irónicamente sus categorías han traído resultados palpables (Único campeonato Conmebol, medalla de plata en los Juegos Olímpicos Juveniles, cuarto lugar en el mundial juvenil) luego del boom del 2014, la foto con las ganadores, el dinero apareció, etc, pero para un nuevo Sudamericano entrenaron en precarias condiciones, con canchas en mal estado llenas de tierra, y según denuncia la capitana Lourdes Moreno, ni uniforme nuevo tienen, pero están obligadas a clasificar por lo que han hecho.
La sub 15 masculina también va por ese camino. Tampoco les dieron la gira de preparación y las condiciones de trabajo están lejos de lo que recibe la mayor que sigue siendo mediática pero lo más importante es ir al Mundial y como dicen por ahí “luego se verá”.
Cada vez que los juveniles traen resultados llueven las promesas pero luego se olvidan. Para ir al mundial hay que tener ADN futbolístico. La fuerza y amor por el país ayudan en cancha pero no los 90 minutos. Eso al parecer aún es tarea pendiente para los dirigentes. El fútbol nacional será transmitido en 2016 por una gran cadena internacional, la idea es que la inversión de esa televisora no sólo deba ir a los estadios sino al desarrollo. Traer a los mejores para que desde las llamadas compoticas entiendan lo que deben hacer dentro de ese rectángulo verde, no sólo es el boom sino perpetuar la filosofía de juego.
@CecimarKerch