Llegamos a la Copa América 2015 en medio del terremoto que afecta a la FIFA y que cuestiona severamente tanto a las autoridades del balompié mundial como a las del balompié centroamericano y suramericano, en donde fue ubicado el epicentro. No deja de ser una buena noticia, entonces, la realización del certamen continental, pues da un cierta sensación de normalidad y pone de manifiesto que el fútbol está por encima de la torpeza y la deshonestidad de parte de su dirigencia.
Llegamos, pues, por estos lados de la Aldea Balón, a la celebración de una fiesta con visos religiosos, presenciada por millones de feligreses mediáticos que, según los psicólogos, aprovechan la ocasión para dibujar un paréntesis y desentenderse de la realidad, a ratos áspera y poco llevadera. En el caso de los venezolanos, para darse una tregua y juntarse en torno a la Vinotinto recordando, al menos por un rato, que no obstante las diferencias, tienen, quiéranlo o no, un destino común.
De la mano de Noel Sanvicente
Hace apenas unos días, se inauguró la Copa América en el Estadio Nacional de Santiago, un escenario que, obligatorio es recordarlo, fue convertido en la cárcel más grande de Chile bajo la dictadura del General Pinochet. Se dio inicio, pues, a un evento al que las selecciones de cada país acuden con propósitos y motivaciones distintas. Varias asisten para tratar de ser campeones. Algunas para foguearse, y ver si se contagian de los equipos buenos. Y otras para experimentar con alineaciones, estrategias y jugadores, teniendo en mente la próxima Copa Mundial, cuyas eliminatorias se encuentran a la vuelta de la esquina. Ciertos expertos, que también son humoristas, sostienen que hay equipos tan confundidos que no pretenden ninguno de los tres objetivos anteriores, sino más bien todo lo contrario.
La Vinotinto aterrizó en Chile al mando del debutante Noel “Chita” Sanvicente. Su designación como nuevo Director Técnico fue tardía y trabajosa, resultado de un proceso rodeado de rumores y chismes bastante surtidos que mantuvieron despistada a la opinión futbolera del país, lo cual no pareció ser un buen primer aviso en esta nueva etapa del equipo nacional.
Pero, al margen de lo señalado, en los predios del balompié local, domina la convicción de que el equipo criollo se encuentra en manos de un profesional inteligente que puede presumir de guardar en sus alforjas una obra muy destacada. Por otra parte, para nadie es un secreto que este nombramiento significa una ruptura con el modelo de juego que caracterizó al ciclo anterior, el de César Farías.
Así las cosas, Sanvicente ha tenido que apurar el paso para recuperar el tiempo perdido en los vericuetos que llevaron hasta su nombramiento. Se ha visto en la urgencia de encarar esta Copa América a partir de un proyecto futbolístico recién iniciado, que incluía, entre otros aspectos, la renovación una buena parte del equipo y, encima, la necesidad, así mismo, de lidiar con la presión que representa el magnífico cuarto lugar obtenido en la última edición del certamen. No obstante lo anterior, se sabe, sin embargo, que allí no radica el principal desafío de su gestión como seleccionador nacional.
Misión Rusia 2018
Durante buena parte de su historia, las frecuentes derrotas de nuestra equipo representativo fueron vistas como costumbre y transformadas en resignación. Sin embargo, hoy en día el país no digiere tan sosegadamente los malos resultados. En el marco de la impaciencia que abruma al público futbolero nacional, a Sanvicente le toca, nada menos, que trazar y recorrer la ruta que lleve al conjunto criollo a clasificar por primera vez a un Mundial. Tarea peliaguda, según cabe esperar, porque las condiciones para llevarla a cabo no han sido las ideales, sobre todo, valga reiterarlo, por el poco tiempo disponible. De paso, esperemos que las dificultades por las que atraviesa la FVF, como parte del llamado FIFAGATE, no se conviertan en un factor que agrave las cosas.
Por lo tanto, es de suponer que, con apenas una actuación discreta en las canchas chilenas, Sanvicente habrá cumplido con su tarea. Como él mismo lo ha señalado, “no fue contratado para ganar la Copa América”. Su compromiso es otro, de mucho más envergadura : hacer que el avión que va a Moscú no deje en tierra a la Vinotinto. Es la Misión Rusia 2018. En su realización, él y su equipo se las juegan todas, más una.
Ignacio Ávalos
Junio 2015